
Cuando ese yo -que lucha por ser un buen árbitro entre el deseo y la moral- baja la guardia por tan sólo un instante… plaf… lo que a gritos dicen los gestos cobra vida en palabras… y plaf de nuevo… en uno y en el otro, porque no existe fallido si no hay juez que lo detecte.
Se devela una intención y no hay excusa que la excuse. Quedamos desnudos y nos avergüenza, más allá de que el acto sea condenatorio o liberador, porque la forma de expresarlo no es la que hubiésemos elegido. Y a veces ni siquiera eso. A veces ni siquiera sabemos que eso que dijimos es parte nuestra. Entonces sorprende y nos sorprende, no sé si el pensamiento o la forma de escaparse.
En algún punto, hasta podemos llegar a creer que evitar ese fallido es continuar en el paraíso, cuando esa verdad oculta puede hacer de nuestra vida un verdadero infierno, con sonrisas de dientes apretados, miradas esquivas y cotidianeidad de libreto. Un verdadero paraíso lleno de manzanas atragantadas que nos pudre la lengua y nos deja sin aliento. Porque cualquier palabra nos puede mandar al matadero.
Si no me equivoco es un provervio árabe el que dice "El hombre es amo y señor de las palabras que calla y esclavo de las que pronuncia".
ResponderBorrarChau.
Pd.: en caso de que lo quieras tengo el libro que te mencioné en formato digital.
Q lindo seria si podríamos detectar nuestros fallidos y hacernos cargo de ellos… es verdad…pueden dejarte al desnudo…pero soy de las q creen q las caretas enferman tanto al resto como a uno mismo… Noe
ResponderBorrar¿Por qué será que todo esto me suena tan conocido?
ResponderBorrarSerá mejor que me calle...
Enjoy the silence.
ResponderBorrarNo hay deseo sin prohibición, no hay castigo sin juez... en fin, al diablo la ley.
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