Mi papá tenía unas manos enormes
las vi afilando cuchillos
en la carnicería durante mi infancia
las vi amasando la carne para las hamburguesas
algún sábado después de mi clase de baile
las vi dándole forma a las tortafritas
para su carribar a la vera de la ruta
y las ví sopapeando las prepizzas
que revendía por los comercios de Paraná.
Pero también las vi tocándole las tetas a una mujer:
¿te puedo tutear? le decía y ella se reía mientras él la tocaba canturreando tú tú
(a mí siempre me pareció muy desubicado)
y cerrándose frente a cualquiera
para empezar una pelea
(a mi siempre me dio miedo)
y flojas sobre el volante
mientras manejaba medio borracho
(y yo agarrada de la manija, lista para saltar).
Pero nunca voy a olvidar
aquella mano derecha abierta
viniéndose hacia mi cara
subrayando un “callate”
y yo no me callé nada
pero lo atajó mi abuela, desde atrás
(nunca se me borrará esa imagen)
y siempre me pregunto
qué hubiera pasado
si ella no estaba ahí
Ya está muerto como para preguntar
pero todo lo demás, sí lo hizo
(con esas manos enormes).
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