28 de abril de 2007

No me des nada

No me des nada,

porque algo puede ser todo,

y todo puede ser nada

-fácil, rápido, sin aviso-

y esa nada ya la tengo

está en mí desde hace tiempo

es un hueco cómodo

aunque demasiado vacío

y a veces hasta tan doloroso

que lo lleno con porquerías

que al poco tiempo huelen mal

entonces las tiro sin pensar


pero cuando aparece un alma

que no irradia porquería

que quiere entrar en mí

aunque no para llenar huecos

un detector de pureza lo apedrea

hasta que no tenga fuerzas para dar algo

porque ese algo puede ser todo

y ese todo puede ser nada

-fácil, rápido, sin aviso-

y es ahí cuando ya no sé qué más hacer con todo esto


7 comentarios:

  1. Alejandra, nos lo pones un poco complicado, nada es todo, todo es nada... Pero es bello. Un beso dulce,
    V.

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  2. Este es un fragmento de El laberinto de la soledad de Octavio Paz

    Uno con el mundo que lo rodea, el feto es vida pura y en bruto, fluir ignorante de sí. Al nacer, rompemos los lazos que nos unen a la vida ciega que vivimos en el vientre materno, en donde no hay pausa entre deseo y satisfacción. Nuestra sensación de vivir se expresa como separación y ruptura, desamparo, caída en un ámbito hostil o extraño. A medida que crecemos esa primitiva sensación se transforma en sentimiento de soledad. Y más tarde, en conciencia: estamos condenados a vivir solos, pero también lo estamos a traspasar nuestra soledad y a rehacer los lazos que en un pasado paradisíaco nos unían a la vida. Todos nuestros esfuerzos tienden a abolir la soledad. Así, sentirse solos posee un doble significado: por una parte consiste en tener conciencia de sí; por la otra, en un deseo de salir de sí. La soledad, que es la condición misma de nuestra vida, se nos aparece como una prueba y una purgación, a cuyo término angustia e inestabilidad desaparecerán. La plenitud, la reunión, que es reposo y dicha, concordancia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de la soledad.

    El lenguaje popular refleja esta dualidad al identificar a la soledad con la pena. Las penas de amor son penas de soledad. Comunión y soledad, deseo de amor, se oponen y complementan. Y el poder redentor de la soledad transparenta una oscura, pero viva, noción de culpa: el hombre solo “está dejado de la mano de Dios”. La soledad es una pena, esto es, una condena y una expiación. Es un castigo, pero también una promesa del fin de nuestro exilio. Toda vida está habitada por esta dialéctica.

    Nacer y morir son experiencias de soledad. Nacemos solos y morimos solos. Nada tan grave como esa primera inmersión en la soledad que es el nacer, si no es esa otra caída en lo desconocido que es el morir

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  3. Anónimo5:25 p.m.

    impresionante dualidad que alegra y que deprime.estas llena de la nada,y tal vés vacia espiritualmente. bueno es dificil pero tal vés irradie el sol por tus balcones.

    Un beso para tu alma.

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  4. al final de cuentas las palabars se las lleva el viento y los sentimientos cuando son sinceros se quedan tatuados en el alma, la dualidad de las cosas, me encantan tus palabras

    Saludos desde las estrellas

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  5. Con tus bonitas palabras hilvanadas, entiendo que todo o nada no se puede dar porque nos lo quieran entregar, sino porque suceda así, proviniendo de dos seres libres.
    Que lo consigas.
    Besitos

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  6. Me gustó mucho
    ojala ese detector a veces falle, tal vez quien sabe, es una buena oportunidad para ser feliz

    saluditos

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  7. Habrá quien, aunque le apedreen, tendrá fuerza. Y dará todo.

    Cuando aparezca, no tengas miedo a dejarle pasar.

    Besos.

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