12 de agosto de 2017

Dialéctica


Dicen que es complicada, que por algo está sola. Pero ella sostiene que le atraen las aristas de lo simple y que si está sola es porque no tiene facilidad para resignarse. Que ya hizo la prueba, que convivió dos veces. Que quizá eligió mal o que no era el momento. Que a los veintipico se fue a vivir sola porque no se bancaba que le marquen la cancha. Que se siente bien así.
Lo cierto es que ella se acostumbró a moldear su hábitat pero a veces piensa que la tercera es la vencida y, ahí nomás, se pregunta que por qué tiene que no poder dormir porque quien tiene al lado ronca. Que a quién se le ocurrió eso de que una pareja tiene que dormir junta toda y todas las noches. Ella lamenta no poder contener la respiración más que unas pocas semanas. Lamenta salir así, huracanada, en busca del sol.
Está claro que ella es demasiado extremista. Que no sabe cómo manejarlo y menos aún en estos tiempos de modernidad líquida. Porque tampoco se conforma con un touch and go y además es fiel, muy fiel. Pero dice que es fiel porque no comprende la infidelidad, que le parece que es cobardía o falta de intereses personales y que, por eso, la libido sublima en la “conquista” y ella no quiere saber nada de colonialismos.
El problema es que ella se relata demasiado ermitaña pero es porque ama los horizontes lejanos y el silencio. Le gusta soltar la mirada y perderse en sus pensamientos. Y si hay viento, ni hablar. La limpia entera, desde adentro. Y es por eso que se le caen algunas lágrimas. Y si se mezcla el murmullo de algunas olas, entonces ya no necesita ni un mate. Sólo quedarse ahí, hasta que se oculte el sol.
Algo característico en ella es que suele usar las uñas cortitas y rojas. Pero nunca se pinta la boca. Le parece demasiado. Tampoco usa base de maquillaje, le molesta. Sólo a veces un poco de delineador negro y rimmel. Rara vez la vas a ver con collares y jamás con anillos, aros o pulseras. Ojo, los compra y se propone usarlos. Pero le molestan. Es la misma lógica del quiero pero no puedo o en realidad no sé si quiero.
Es el dilema de siempre. Ahora anda con ganas pero tiene miedo. Desconfía. Habla en terapia sobre el tema, con sus amigas. No logra ver qué cualidades podría tener alguien que a ella le guste y también le haga bien porque dice que tiene el gusto un tanto "atrofiado". Que cruza la calle sin mirar. Que se ilusiona y se desilusiona. Que elige personas que no la cuidan. Porque, en el fondo, ella quiere que la cuiden un poco. Pero hay que ver si se deja.
Ella está un poco así, en ese tire y afloje. Y le llega un mensaje. Y sonríe. Pero no sabe si porque le gusta o quizá porque sabe qué es lo que viene. Porque si la tercera es la vencida, hay que ver si quiere que la tercera sea ésta. Y entonces con sus dedos pícaros escribe una muralla china de la que se arrepiente apenas hace clic en "enviar”.

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