Menos de cinco pasos los separan, pero él sabe que tampoco es una cuestión de química que ella sea tan inalcanzable. Quizás sea por eso que cada día, desde hace ya más de dos años, él usa el monitor para tatuar sobre el espejo de esos hombros una veintena de frases cursis que corrige hasta hacerlas sangrar. El aire se convierte en tornado cuando ella gira sobre su silla y él se marea en un rojo que le asfixia la cara. La vergüenza de su vergüenza lo obliga a esconderse en el mouse que le come la mano. Ella se acerca y él no la ve, pero un enjambre de espinas le avisa en la espalda. Ella le pregunta si quiere algo del kiosco. Él se queda sin voz y se siente un idiota, pero su brazo zurdo aspira un soplo de valentía para que un “no” desde el dedo índice responda por él. Y ella se va. Y él se auto-flagela en un centenar de gritos amordazados que lo envuelven en una pesadilla sorda sin tiempo ni lugar. La insistencia del teléfono lo obliga a un viaje de vuelta. Camina hasta el baño. Cierra de un golpe la puerta. Se moja la cara, se cachetea, se mira fijo, se intimida, se busca, se encuentra. Inspira profundo. Retiene el aire. Endereza la espalda. Obliga a su sí mismo a hablarle y que sea lo que Dios quiera. El valor se le mete en las venas y lo saca a empujones del baño. Se choca con alguien. No es alguien. Es ella. Es el frente del dorso espejado que él siempre besa. Es ella. Y él se siente otro y la mira con un beso. Y ella lo mira. Y él se ve. Y él se va.
10 de diciembre de 2007
Distancia profesional
Microrrelato de Alejandra Dening, integrante de la antología Muestrario de Palabras editado por Mi libro y yo, 2007. Para adquirirlo clic aquí.
Menos de cinco pasos los separan, pero él sabe que tampoco es una cuestión de química que ella sea tan inalcanzable. Quizás sea por eso que cada día, desde hace ya más de dos años, él usa el monitor para tatuar sobre el espejo de esos hombros una veintena de frases cursis que corrige hasta hacerlas sangrar. El aire se convierte en tornado cuando ella gira sobre su silla y él se marea en un rojo que le asfixia la cara. La vergüenza de su vergüenza lo obliga a esconderse en el mouse que le come la mano. Ella se acerca y él no la ve, pero un enjambre de espinas le avisa en la espalda. Ella le pregunta si quiere algo del kiosco. Él se queda sin voz y se siente un idiota, pero su brazo zurdo aspira un soplo de valentía para que un “no” desde el dedo índice responda por él. Y ella se va. Y él se auto-flagela en un centenar de gritos amordazados que lo envuelven en una pesadilla sorda sin tiempo ni lugar. La insistencia del teléfono lo obliga a un viaje de vuelta. Camina hasta el baño. Cierra de un golpe la puerta. Se moja la cara, se cachetea, se mira fijo, se intimida, se busca, se encuentra. Inspira profundo. Retiene el aire. Endereza la espalda. Obliga a su sí mismo a hablarle y que sea lo que Dios quiera. El valor se le mete en las venas y lo saca a empujones del baño. Se choca con alguien. No es alguien. Es ella. Es el frente del dorso espejado que él siempre besa. Es ella. Y él se siente otro y la mira con un beso. Y ella lo mira. Y él se ve. Y él se va.
Menos de cinco pasos los separan, pero él sabe que tampoco es una cuestión de química que ella sea tan inalcanzable. Quizás sea por eso que cada día, desde hace ya más de dos años, él usa el monitor para tatuar sobre el espejo de esos hombros una veintena de frases cursis que corrige hasta hacerlas sangrar. El aire se convierte en tornado cuando ella gira sobre su silla y él se marea en un rojo que le asfixia la cara. La vergüenza de su vergüenza lo obliga a esconderse en el mouse que le come la mano. Ella se acerca y él no la ve, pero un enjambre de espinas le avisa en la espalda. Ella le pregunta si quiere algo del kiosco. Él se queda sin voz y se siente un idiota, pero su brazo zurdo aspira un soplo de valentía para que un “no” desde el dedo índice responda por él. Y ella se va. Y él se auto-flagela en un centenar de gritos amordazados que lo envuelven en una pesadilla sorda sin tiempo ni lugar. La insistencia del teléfono lo obliga a un viaje de vuelta. Camina hasta el baño. Cierra de un golpe la puerta. Se moja la cara, se cachetea, se mira fijo, se intimida, se busca, se encuentra. Inspira profundo. Retiene el aire. Endereza la espalda. Obliga a su sí mismo a hablarle y que sea lo que Dios quiera. El valor se le mete en las venas y lo saca a empujones del baño. Se choca con alguien. No es alguien. Es ella. Es el frente del dorso espejado que él siempre besa. Es ella. Y él se siente otro y la mira con un beso. Y ella lo mira. Y él se ve. Y él se va.
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Te felicito por tu libro,he visto tu blog linkeado ademas en algunos blogs chilenos.
ResponderBorrarsaludos.
...me gustó el cuento.
ResponderBorrarMuy tu estilo, al final pocas palabras. Se fué.
Saludos Ale.
Me recordó a los textos de Santiago en Cien Palabras, que el Metro (allá el subte) hace cada año.
ResponderBorrarMe gustó. Es ágil, rápido, muy bien encausado.
Beijos.
atte:
Paz
LA PARTIDA A VECES SE CONVIERTE EN EL MEJOR ALIADO DEL OLVIDO...
ResponderBorrarMUY PROPIO, LINDO.
BESOS A LA DISTANCIA ♥=Þ♥
un relato muy "tuyo".
ResponderBorrarme encantan tus letras.
;-)
muy bueno, che.
ResponderBorrarsaludos
Lástima que se fue. Como siempre el poder de sintesis en tus escritos, que dicen tanto.
ResponderBorrarUn beso desde MG
EXPLORANDO LA NARRATIVA?
ResponderBorrarQUE DISTINTA A LA POESIA?
SUENA BIEN
UN ABRAZO
me gusto el relato...
ResponderBorrarperdon que diga algo tan tonto; pero dije algo que te molestara. Va perdona, la tontera, es finde a�o, las neuronas, fallan de cuando en cuando..pero si dije algo que te molestara; te ofrezco una diculpa sincera..
Saludos.
hola alejandra me gusto mucho tu espacio, quiciera invitarte al mio es tierradeletrassur.blogspot.com me interesa mucho tu visita para que me dejes tu opinion como escritora, gracias chao, saludos desde chile.
ResponderBorrarY él se auto-flagela en un centenar de gritos amordazados que lo envuelven en una pesadilla sorda sin tiempo ni lugar.
ResponderBorrarMe recuerda a mi!
Slds.
Siempre la lucha contra uno mismo, contra el complejo, contra la timidez, el ser que se encuentra segur@ de si mismo y el que lucha por sobrevivirse, lo que nunca alcanzará, hasta morir por un sueño..azpeitia
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