19 de junio de 2008

Lenguovillada

A veces me siento tan enredada en el lenguaje que no puedo más que verme como un ovillo sin punta. Y entonces me pregunto: ¿por qué estoy tan atada a las palabras para poder decir algo? Y sigo... poder decir algo... y de atrás para adelante: algo decir poder... y me quedo mirando la palabra algo. Es una palabra muy “nada”, tanto al principio como al final. Pero entre comillas es otra cosa: “algo”. ¿De qué se tratará esa urgencia algodizada? No. No puedo decir algodizada, mi procesador de textos subrayó con rojo. Rojo: está mal, eso no existe, es incorrecto. Es que los programas son tan faltos de poesía, tan “normales”. Aunque creo que la poesía no debiera llamarse poesía, porque no inventa nada. Muestra la realidad, tal cual es. En cambio la ciencia, ella sí que inventa... inventa normas para mi procesador de textos. Eso no es vida. Vida es una lágrima de cebolla, esa excusa para llorar en paz. Pero la ciencia no sabe de eso, intenta explicar fisiológicamente a la lágrima. ¡Me parece tan absurdo! ¿A quién le importa? ¿Dónde estaba? Estaba en algo. En esa necesidad de alguedad (también subrayada por Bill Gates). Algo es lo contrario de mucho... ¡pero siempre tengo mucho y sale sólo algo! o a veces sólo tengo algo y sale mucho... ¿dónde estaba eso guardado? Pero sigamos: decir. Quedó en el medio, en el medio de tres, de adelante para atrás y de atrás para adelante. ¿Será que el decir está siempre en medio de algo? Decir: esa acción que nunca es puente real entre el adentro y el afuera. ¿Acaso alguna cosa lo es? Quizás lo sea la música. Pero la música mancomunada e improvisada. La otra, no. La otra se sabe cuando empieza, cuando termina y cuánto factura. Claro que eso se acerca más a la definición de puente... pero, ¿une? ¿o nos organiza? ¿y acaso eso no es lo que llaman ciencia? ¿organización? Entonces, ¿hay forma de decir, sacar, lo que se tiene, lo que se es, lo que las cosas nos muestran y que eso se metamorfosee intacto del otro lado del puente? Mi cabeza menea un NO. Ni siquiera la ciencia puede comprobar que eso sea algo posible. Entonces, me pregunto, ¿de qué están tan seguros? ¿de construir un videojuego al que nombran realidad? Y aquí vamos, llegaste: palabra “poder”. ¿Será un título de nobleza para quienes llegan al nivel cinco? Un título de nobleza creado por titulares de títulos de nobleza. Entonces me quedo sin el poder, sin el decir, sin el algo. Y claro, así es como siempre termino dando vueltas, como un ovillo sin punta.

9 de junio de 2008

Lunes propio

Lunes nueve de junio
nueve y diez de la mañana
arriba del colectivo
sentada
del lado de la ventanilla izquierda
leyendo el último verso de un poema de Juan Alberto Crasci
“y el final es jamás haber comenzado”

me degluto en palabras

la ventanilla me llama
no, no es ella
es un charco rojo-intenso-brillante
disecando a una muerte recién muerta

“y el final es jamás haber comenzado”

es que la muerte
-cuando chorrea a cincuenta centímetros de tu hombro-
deja de ser ajena.