23 de diciembre de 2006

Escapismo



En el lapso de dos horas -como mucho- aparecieron dos hombres que no podían estar en sus casas. O en sus vidas. Entonces me viene a la mente el concepto de escapismo.

Encontré en www.wordreference.com/definicion/escapismo que este término se refiere a una técnica ilusionista que consiste en lograr escapar de ataduras y cadenas que, en principio, parecen imposibles de abrir; y también se refiere a una tendencia a huir de la realidad para no afrontar los problemas.

En estos dos casos en especial, me parece que la segunda acepción describe mejor ambas situaciones.

Hace un par de años, yo también utilizaba esta técnica. El nombre que le había puesto era “fugas geográficas” y recuerdo que algo sobre eso había escrito. Lo voy a buscar…

Acá está, lo encontré:


Y siempre se ronda en la misma frecuencia,

las fugas geográficas quién sabe si valen la pena.

Vas y venís por el mismo sendero,

creyendo incierto que es el correcto.

Metamorfosis de colores vagan en tus sentidos,

mirando los míos, por dentro, fluyendo,

formando las capas de un dulce veneno,

que embriaga mi alma de grandes saboreos.

Y vienes y vas, de aquí para allá,

corriendo hacia donde el sentido se esconde,

sembrando ilusiones,

viviendo locuras que dan nacimiento a mágicas criaturas.

Y ya verás que no todo es real,

que no todo es irreal,

que todo es tal cual se ve,

tal cual se quiere ver.

Huyendo despacio de momentos eternos,

persiguiendo, arrestando, los bellos momentos,

esos que sólo descansan en el alma cerca de tu almohada,

zambullidos en un mar de deseos sinceros, mentirosos,

que más da, si es lo mismo el precipicio que el océano

al descifrar las miradas de un casual encuentro.

Los disturbios aparecen al compás de este fuego,

sangriento y cristalino, depende tu momento.

Y tal vez quizá,

alguien pase y te salude

y no sabés quién es,

si tu pasado o tu futuro,

pero lo ves pasar

y te inmovilizás al querer actuar, sólo una vez más.

Quizá tu delirio te haga despertar

y ver más allá de donde tu mirada va,

buscando lo cierto que siga tus reglas

asumidas por todos los que te rodean,

asemejando quizá un gran circo de locura

en el cual feliz se vive hasta que cae su estructura.

Y mirás a tu alrededor

redescubriendo tu figura

en la sombra iluminada por la luz de la luna.

Te sientas,

tomas tu cabeza,

aprietas tus dientes,

cierras los ojos

y te repites algo loco,

algo que sólo vos entiendas,

eso que te da fuerzas para algo nuevo,

o te derrumba haciendo desaparecer todos tus senderos,

hundiéndote en él como un volcán en reversa

o acelerando a fondo dando marcha a tu vida,

fingiendo la nada,

creyéndote en la cima

y quizás desde allí veas la grandeza de la naturaleza,

de tu naturaleza

que te obliga a escribir esto para matar sentimientos,

para esconderte en caparazones,

para vislumbrar satisfacciones en tu sonrisa,

para decir necesito escribir más sobre esto del acelere de mi mente

que no se hace cargo y te habla a vos, mi otro yo, que siempre está aquí,

pero sólo lo ves cuando se dirigen específicamente hacia él,

navegando en ese interior que a veces te da,

me da,

tanto temor.

Temores escondidos en cenizas urbanas,

fugas geográficas de cenizas de bolsillo,

de palabras conjugadas,

quizá, sin sentido.

Pero sigues haciéndolo,

sin saber por qué,

porque sólo de esta forma te sientes bien,

sacando hacia fuera en papeles encubiertos,

palabras que a veces dices con los gestos

que nadie entiende, ni debe entender,

ya que el remolino, terremoto,

sólo vive en vos o sea en mí.

Y que vas a hacer,

así son las cosas,

mas simples,

mas locas,

mas confusas,

mas entendibles,

mas qué se yo.

Es de 1998, o sea que yo tenía… 23 años. Recuerdo que lo escribí en medio de una de mis tantas fugas, apenas alejada unos 400 km del entorno del conflicto. No del conflicto, él se había escondido en una de mis maletas. Y me acompañó por mucho tiempo más.

Al releerlo me doy cuenta que la primera definición es en realidad la más acertada, al menos en lo que respecta a mis propios escapismos. La recuerdo: “técnica ilusionista que consiste en lograr escapar de ataduras y cadenas que, en principio, parecen imposibles de abrir”.

En aquel momento me sentía realmente atada y encadenada, pero aún no tenía idea de qué se trataban esas cadenas, tan sólo era una rebelde amargada buscando qué hacer con vida. Es algo así como sentirse en jaque y permanecer ahí, en ese casillero, gruñendo contra el supuesto adversario del momento, buscando la forma de zafar, revisando una y otra vez cuál fue el mal movimiento que me llevó a eso y no aceptando como posibilidad el perder o el patear el tablero.

Siempre se trata más de mí misma que de los otros. De no saber qué hacer conmigo, para mí o por mí. Vaya donde vaya, siempre me pongo a mí misma en el mismo casillero. Es como ser el rey de mi vida, pero no saber qué hacer con ese reinado más que luchar por que no me lo quiten. ¡Qué ironía! Si yo misma me lo vivo quitando.

En este momento siento que en el tablero sólo hay fichas mías. Y son blancas. Seguramente, si me olvido de mí, encuentre un adversario del cual defenderme. Pero por el momento no tengo ganas de jaquearme.

2 comentarios:

  1. jaja! entonces le echo la culpa a eso? Mmmm, podría... pero me hago cargo!

    Besis y gracias por comentar!

    ResponderBorrar
  2. Anónimo7:24 p.m.

    Casi siempre pasa que el conflicto te sigue, así que parece que escapar no sirve de nada...
    ...pero es otra forma de abrir nuevo camino, y a veces se acaba llegando a alguna parte.

    ResponderBorrar